Lo normal es extraordinario
Opinión
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LEOPOLDO ABADÍA
Actualizado

“No te metas nunca en política, hijo”. Esta frase de mi padre se me quedó en la cabeza como algo obligatorio. Nunca me planteé por qué. Durante más de 30 años, en el IESE, trabajé en Política de Empresa. Alguna vez me pregunté aquello de qué hace un chico como yo metido en política, aunque sea de empresa y por qué diría eso mi padre, si esto en lo que trabajo parece una cosa seria y honrada. ¿Estaré traicionando a mi padre?
He tenido ocasión de ver bastantes empresas y, lo que me parece más importante, bastantes directores que se habían metido en política de empresa. He tenido la suerte de trabajar con profesores que eran unos auténticos cracks. Y les vi aplicar su inteligencia y, sin querer, quizá, sacar un modelo. Digo sin querer porque no partían del modelo para su trabajo, sino al revés. Trabajaban y les salía un modelo que, prácticamente, siempre era el mismo, quizá porque era de sentido común.
El modelo tenía tres pasos: determinar dónde querían llevar la empresa; repartir el trabajo entre las personas que trabajaban en la empresa y “empujarles”, ayudándoles en su día a día hacia ese futuro que habían determinado.
Otra frase. Esta no es de mi padre. “La empresa no tiene nada que ver con la política (la que hacen los políticos de profesión). Más de un fracaso se ha visto porque un hombre de empresa se ha querido meter en política.
Me fijé en Sánchez, que es el político que tengo más a mano. Seguramente sabe dónde quiere llevar su empresa, mezclándola (España) con su persona (él). Además, mezcla su ideología. Y, además, quiere ganar las próximas elecciones. Y, además, para más adelante, le gustaría un puesto importante en Europa: presidente de la UE, Secretario General de la OTAN, etc.
Una vez que tiene claro el futuro, Sánchez contrata personas. Las más adecuadas. Considera más adecuadas a las de su propio partido que saben de aquello a las de su propio partido que son de su propia línea dentro de su propio partido aunque no sepan mucho, a las de otros partidos que piensan distinto, pero a los que necesita para llegar a ese futuro…
Ahora viene el tercer paso. A estas personas hay que empujarlas. Con un sueldo majo, normalmente no, porque los sueldos de los ministros están fijados por ley. Sí con un futuro bonito, el de las puertas giratorias. Todo ello con la condición de que no metan la mano en la Caja, porque se me había olvidado -lo daba por supuesto- que había que portarse bien.
Me pongo a comparar la política de empresa que he enseñado durante muchos años con la política que me vetó mi padre. Hay diferencias. En lo básico, no; sí en lo ornamental (ideología, Yolanda Díaz, etc.) Lo que pasa es que lo ornamental es fundamental.
Seguiré haciendo caso a mi padre.
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