Los precios han acabado el año perdiendo fuerza en la zona euro y en España más que en ningún otro país del área monetaria. Siguen encaramados a alturas no vistas desde los años setenta, un 9,2% en la euro área, según ha divulgado Eurostat este viernes, aunque ya no se cuentan con dos dígitos. En España, casi cuatro puntos menos, un 5,6% más que en diciembre del año pasado. La incertidumbre sobre qué pasará en este 2023 es muy alta, pero, al menos, los dos últimos meses del año pasado han dado un respiro.
Nada de lo que ha pasado con la inflación desde hace una veintena de meses se explica sin contar con las cotizaciones de la energía, algo que se agravó en febrero con el comienzo de la invasión de Ucrania por Rusia. Los precios a los que ha llegado a pagarse el gas -casi 350 euros por megavatio hora en agosto en el índice de referencia europeo (TTF), cuando un años antes rondaba los 30 euros MWh- han acabado por arrastrar al resto de productos y la inflación ha roto todos los máximos que incorporaba la serie histórica de la oficia europea de estadísticas, Eurostat. Y ha sido con la tregua que han dado los combustibles y las renovables, de la mano de una climatología propicia, cuando ha llegado el alivio.
Que París tenga temperaturas propias de Barcelona en estas fechas no es una buena noticia, excepto cuando la inflación ronda el 10% y un autócrata con la llave de paso del gas gobierna uno de los países con mayores reservas. Es decir, las temperaturas inusualmente altas de estas fechas han reducido el consumo de carburantes en las calefacciones y han rebajado la demanda: y a menor demanda, menor presión sobre los precios. Ese mismo gas que en agosto llegó a 350 euros MWh, se ha pagado bastante por debajo de 100 euros MWh en los últimos días del año.
También las ayudas de todo tipo aprobadas por los gobiernos están muy vinculadas a la energía. Los 20 céntimos por litro que daba España al echar gasolina, la excepción que desliga la cotización del gas de los precios eléctricos en la Península Ibérica, los subsidios a los hogares para pagar la factura de gas que ha asumido Berlín y una larga lista en casi todos los países de la UE han acabado por traducirse en un IPC más bajo.
Pero hacen falta más de dos meses para saber si se cumplen los augurios del BCE, que en sus últimas previsiones sobre precios, divulgadas a mitad de diciembre, pronosticaba que el IPC de la zona euro había tocado techo en octubre. Aunque es esta misma autoridad monetaria quien apuntan a que hay que ser muy prudente por la cantidad de incógnitas que hay que despejar en los últimos meses, lo que los economistas suelen llamar incertidumbre. A saber: ¿Qué pasará en Ucrania? ¿Acabará pronto la guerra? ¿Qué tiempo hará en lo que queda de invierno? ¿Cómo afectará a los precios el final de las ayudas aprobadas por los Gobiernos? ¿Cómo afectarán a los mercados de combustibles la decisión de la UE de poner un tope al precio del gas?
Todas estas incógnitas y el hecho de que el IPC todavía esté muy lejos del objetivo de inflación a medio plazo del BCE, el 2%, no llevan a pensar que el Consejo de Gobierno de este regulador que preside Christine Lagarde vaya a cambiar en el plazo más corto sus planes de continuar subiendo los tipos de interés.
EL PAÍS de la mañana
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