Los tres años que cumple mañana Christine Lagarde en la presidencia del BCE valen por una década. Una pandemia, una guerra en Europa y una inflación galopante, acontecimientos arrolladores y completamente inesperados, han obligado a Lagarde a actuar con rapidez y a aprender de forma vertiginosa las sutilezas de su cargo. Llegó sin experiencia previa en política monetaria, con el aval de una trayectoria política al frente del FMI y en la cartera francesa de finanzas, valiosa para recomponer el consenso en el Consejo de Gobierno del BCE que había quedado maltrecho durante la personalista presidencia de Mario Draghi. Y esas tablas en política le han servido para convertirse en bregada banquera central al cabo de un trienio de vértigo.
Cambio climático y nueva estrategia
Finanzas sostenibles. Christine Lagarde ha puesto los riesgos económicos vinculados al cambio climático en un lugar más destacado dentro de la tarea de supervisión del BCE. Ha creado una división específica y ha establecido además una hoja de ruta sobre cómo la deuda en balance del BCE se irá adaptando a los criterios de sostenibilidad.
Revisión. Lagarde llegó a la presidencia del BCE con el mensaje de realizar una revisión de la efectividad de las herramientas de política monetaria de la institución que finalizó en una revisión estratégica del mandato. Sigue siendo la estabilidad de precios, con el objetivo de que la inflación se sitúe en el 2% en un horizonte de medio plazo.